El libro del encanto - Columna de Juan Esteban Constaín - Columnistas - Opinión - ELTIEMPO.COM

2022-07-30 01:59:53 By : Ms. Jessie Lee

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Relato de un extranjero que narra y juzga lo que ve de la experiencia americana con absoluta lucidez

Siempre se ha dicho, y es cierto, que la experiencia americana partió en dos la historia de la literatura occidental. El encuentro de un mundo inédito e inconmensurable, “el nuevo mundo”, como lo llamó Pedro Mártir de Anglería, transformó hasta lo más profundo la sensibilidad y el alma de Europa y de la humanidad y eso se expresó muy rápido, como suele pasar, en el arte y la literatura, que es una de las versiones más certeras de la historia. (También le puede interesar: Un gran editor)

En la ‘invención de América’, como en Macondo, “el mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo…”. Fue un momento definitivo de la humanidad, marcado sin duda por la violencia y el fanatismo, el asombro y la maravilla. Y todavía hoy se discute lo que ya entonces, desde 1492, se empezó a discutir con vehemencia, las implicaciones morales y culturales de la Conquista. En el caso de los conquistadores el impacto de encontrarse con esa geografía desmesurada y arrolladora, casi incomprensible ante sus ojos, fue tan grande que muy pronto se dieron a la tarea, muchos de ellos, de describir y contar esa realidad que parecía imposible, para lo cual tuvieron que inventarse una lengua: la lengua americana y su épica desgarrada y mestiza y alucinada, tan bella y tan grande como las cosas que iba nombrando a su paso. Como en ese poema de Eliseo Diego que dice: “Voy a nombrar las cosas, los sonoros altos que ven el festejar del viento”. Así iban los cronistas de Indias, y no quiero idealizar ni minimizar lo que también fue un despojo brutal. Pero es que hasta el dolor de la Conquista está presente, como sombra y como grieta, en la épica americana: la voz de los vencidos retumba en ella y sus palabras que a la vez la acallan y revelan.

En ambos (libros) late, de manera muy distinta y sin embargo igual, el mismo espíritu: el asombro del nuevo mundo.

Porque además los conquistadores arrastraban consigo, es obvio, sus prejuicios, sus mitos, sus obsesiones medievales. Muchos de ellos, de alguna manera, eran herederos de esos soldados que durante siete siglos lucharon contra el Islam en España. Por eso, al llegar a América, acomodaban lo que veían a los moldes literarios de sus ficciones y novelas de caballería: los caimanes eran dragones y todo río era la fuente de la eterna juventud. Pero hay un cronista de Indias cuya voz es única y excepcional: un italiano –un florentino– llamado Galeotto Cey. Entre 1539 y 1553 anduvo por lo que hoy son Venezuela y Colombia y dejó un maravilloso relato de ese viaje que no es el de un guerrero ni el de un conquistador sino el de un burgués desencantado y distante, un extranjero para todos que narra y juzga lo que ve de la experiencia americana con absoluta lucidez e indudable desparpajo. Escrita en lengua toscana, “en florentín”, como se decía entonces, la misma lengua de Dante y de Boccaccio, la crónica de Galeotto Cey es la primera en la historia que habla de la arepa, “una tortilla a la francesa”. También habla del masato, el fique y el guayacán y cuenta de un árbol, el manzanillo, bajo cuya sombra es mejor no dormir para no amanecer hinchados. Los indígenas hunden sus flechas en la corteza del manzanillo, es un veneno infalible. Todo esto, y mucho más, está en El desencanto del Nuevo Mundo, el libro prodigioso de Galeotto Cey que acaba de publicar en español la editorial colombiana Piélago Perpetuo, la nueva empresa de Leonardo Archila, uno de los mejores editores de nuestro país y un magnífico novelista, quien lanza también su novela El arcano de Majuy. Ambos libros, una joya los dos, se consiguen en la Feria del Libro en el stand de Rey Naranjo Editores. Los recomiendo porque en ambos late, de manera muy distinta y sin embargo igual, el mismo espíritu: el asombro del nuevo mundo. La lengua embrujada que aún somos y para siempre nos nombra.

JUAN ESTEBAN CONSTAÍNwww.juanestebanconstain.com

(Lea todas las columnas de Juan Esteban Constaín en EL TIEMPO, aquí)

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