El proyecto de confianza

2022-06-18 21:52:12 By : Mr. Mike Lai

La casa fundada por Carlo Re y capitaneada actualmente por sus hijos Paolo y Giorgio demuestra cómo la tradición y el saber hacer joyero de más de medio siglo pueden actualizarse sin dejar de emocionar.

Soy Carlo Re. Re-carlo". La sonrisa del patriarca de los Re y fundador de Recarlo, casa dedicada a la joyería desde hace más de cincuenta años, es abierta, sincera, como también resultan serlo sus hijos y actuales CEOs de la compañía, Paolo y Giorgio. Un trío familiar y particular, intenso en sus pasiones (a sus casi 80 años, Carlo continúa haciendo una ruta en bicicleta de hora y media cada día) y dedicado en su trabajo. Porque eso es lo que se hace bajo la cúpula con forma de diamante invertido situada en Valenza, el centro orfebre mundial por excelencia: proteger oficios que son tan fundamentales para esa zona italiana como para el resto del mundo. Sí, hacer joyas tiene un lado indiscutiblemente artesano y sostenible, y solo hay que acercarse un poco al discurso y la historia de esta familia para percatarse de ello.

"La sostenibilidad no es el futuro, es el presente", afirma con sencillez y fuerza Paolo, el Re que se enfoca en desarrollar la línea de negocio, el marketing y la distribución de la casa joyera que fundó su padre hace más de medio siglo. "Seguimos un camino de sostenibilidad muy concreto basado en el planeta, en las personas y en el producto: hemos ido tomando diferentes acciones al respecto, como invertir en paneles solares y otras energías renovables, pero sobre todo, somos muy transparentes", comenta.

No es una frase dicha al vacío o por cumplir (aquí no hay ni atisbo de 'green washing'), sino una realidad que, además, contrasta con el habitual hermetismo de la joyería: los Re, y por ende, Recarlo, han entendido que el lujo también puede y debe ser transparente. Como sus diamantes, que han obtenido la certificación del Responsible Jewellery Council. Por ejemplo, las piezas un film de identificación propio (que puede leerse a través de un QR) que muestra la trazabilidad de la piedra, "desde la producción hasta el cliente final", continúa explicando. Sin trampa ni cartón, pero sí con mucho esfuerzo que realizan con agrado.

En aras de esa sinceridad, Paolo no tiene ningún problema en hablar de los efectos colaterales que ha producido la guerra de Rusia en su compañía. "Hemos comprado diamantes a Rusia, uno de los mayores productores mundiales, durante muchos años", cuenta. "Y, además, el mercado ucraniano era muy bueno para nosotros, porque teníamos muchas tiendas allí, así que esta situación nos ha afectado bastante. Dejamos de vender, pero sobre todo, dejamos de comprar los diamantes a Rusia de manera inmediata. No fue fácil, porque hubo que tomar la decisión de un día para otro, pero por suerte ya habíamos trabajado con otros proveedores y pudimos hacer el cambio rápido". Algunos de los lugares donde ahora recopilan esas piedras son, por ejemplo, Sudáfrica, Israel o Amberes.

La situación internacional de los diamantes es un tema central para Recarlo, ya que se trata de la piedra que vertebra todas sus colecciones (aunque hay coloridas excepciones gracias a las esmeraldas, los zafiros y los rubíes). Es la favorita de Giorgio, gemólogo experto y encargado de coordinar la parte de diseño y producción de la compañía: "Hay algo muy particular en ellos. ¿Cómo es posible que una piedra brille tanto?" El cariño en su voz a la hora de hablar de sus cortes favoritos, el corazón y el 'marquise' es tan palpable que como el que emplea a la hora de hablar de cuál fue la primera joya que vio y tocó: "Cuando era muy joven, tenía menos de diez años, mi padre me dio algunas piedras de colores para que jugase con ellas; eran diminutas y finas. Pero no eran muy caras", ríe. "Es algo que sigue conmigo". Con Paolo, también: "Viajábamos mucho por todo el mundo con nuestra familia a comprar diamantes y piedras preciosas; era divertido y jugábamos con esas pequeñas piedras de colores", recuerda. "Fue una experiencia para mí; me encantaba y siempre supe que trabajaría en la empresa familiar".

Al contrario de lo que puede suceder con otras empresas que pasan de padres a hijos, aquí no hay aleccionamiento: hay un traslado de pasión. También algo de destino. ¿Cómo no enamorarse de la joyería cuando se ve día tras día el proceso y el amor, uno de los motores creativos de Recarlo, que pueden encerrar? Y no se trata solo del amor romántico que suele ligarse a los anillos de compromiso: es amor a la belleza, al detalle, al oficio, a la paciencia y a lo excepcional. A la rareza, incluso, porque, como señala Giorgio "cada vez hay menos diamantes", y eso los hace todavía más especiales.

Ese amor está presente desde el primer momento, cuando la directora creativa realiza bocetos con una técnica de dibujo especial que permite un realismo apabullante y que, además, pone un poco más fácil el traslado al dibujo en 3D que se realiza en el ordenador: con sus pinturas, ha conseguido dar el volumen y las proporciones perfectas al boceto. Y ojo, lo de las proporciones es crucial: ¿sabías que conviene más escoger otra talla de anillo que mandar a achicar o agrandar? "Así se respetan las proporciones áureas de la pieza", cuenta levantando la vista del anillo que colorea. Razón, no le falta.

Una vez realiza la selección de las piezas por parte del comité de la empresa, arranca el proceso de los moldes, la cera perdida, la creación de las monturas (que, por supuesto, sucede dentro de la casa, porque así se siente, en Valenza); la selección de los diamantes uno a uno (¿sabías que se usa un colador de diferentes grosores repitiendo el proceso una y mil veces hasta tener todo debidamente categorizado?), el engaste y el baño en rodio o rodiatura. Todo es digno de asombro, pero este último proceso, realizado por una mujer de bata blanca y movimientos precisos, es fundamental para Recarlo: dejan sus piezas un minuto, el doble de lo habitual, lo que confiere un brillo hipnótico y contundente a todo lo que sale de las oficinas diamantinas que acoge a un gran número de expertos que repiten procesos de manera metódica y paciente.

"Si ves todo el proceso y la responsabilidad de la gente, una joya no es cara", afirma Giorgio. "Por ejemplo si los engastadores cometen un error, rompen la piedra y pierdes la pieza. Todo el mundo tiene una gran responsabilidad". Ellos también: "Ser CEO de una empresa así es mucha responsabilidad, porque hay muchas familias que dependen de nosotros, y tenemos una responsabilidad con ellos", dice Giorgio. Eso sí, han conseguido que los trabajadores también se sientan una parte fundamental del proyecto, porque cuando, entre risas, se le pregunta al señor Re cómo pueden estar seguros de que nadie les roba dentro de la empresa, él es categórico: "Por la confianza. Hay controles, claro, pero la base es la confianza absoluta en nuestros trabajadores". Cuando responde, una empleada que lleva 22 años allí, levanta la vista y sonríe.

El componente humano y familiar hace que tanto Paolo como Giorgio comenten con algo de diversión que dirigir la compañía que fundó su padre, amante del ciclismo (como dan buena cuenta las diferentes fotos y placas conmemorativas que salpican las instalaciones aquí y allá), es "duro" y "no siempre fácil": compaginar familia y negocio nunca lo fue. Eso sí, los dos hermanos utilizan una palabra muy concreta al hablar de cómo asumieron sus cargos: "orgullo". "Lo es para mí por el reto, pero también porque sé que la gente está contenta de trabajar aquí", comenta Giorgio. Eso sí, hay un elefante en la habitación: las nuevas generaciones.

Al parecer, la zona de Valenza, donde también hay otras compañías dedicadas a la misma actividad, se ve falta de jóvenes que quieran continuar trabajando en joyería. "Este no es un trabajo común, y lo cierto se que te puede dar muchas posibilidades en el futuro, pero a veces la gente joven lo quiere todo muy rápido y busca un trabajo que le vaya a dar un buen salario sin darse cuenta de que va a ser ese toda la vida", cuenta Giorgio. "Aquí empiezas y si eres bueno, tienes un mejor salario, y cada vez mejor y mejor... Pero para los jóvenes, puede ser difícil de entender. No hay tanta gente como la que necesitamos", explica. Para ello, realizan formaciones y colaboran con fundaciones para atraer a esa gente joven, para "emocionarlos" y que quieran aprender dentro de la compañía para, en definitiva, proteger un oficio fundamental para la región.

Los jóvenes, unicornios para las empresas y nuevos focos de comunicación, no parecen suponer un problema para Recarlo: el atractivo de las joyas para toda la vida también está alcanzando a esas nuevas generaciones que encuentran en el brillo, la exclusividad y la responsabilidad de la compañía un lugar tan inspirador como seguro. Y eso se debe no solamente a que los Re han entendido las adaptaciones que tiene que hacer el lujo aquí y ahora para seguir siendo relevantes, sino también a una cuidada distribución de su producto, uno de los principales focos para Paolo. "Nos estamos centrando en Europa, Asia y Oriente Medio, pero queremos trabajar mucho en Estados Unidos, que es uno de los principales mercados para la joyería", explica. "Este es el reto más importante: hacer el posicionamiento adecuado a través de nuestra distribución, entender las necesidades de cada cliente en cada mercado. Es un reto muy atractivo para una compañía internacional, al igual que crear una cultura de empresa común para distintos países entendiendo sus particularidades". Una frase que demuestra, una vez más, cómo las compañías longevas e icónicas pueden seguir reinventándose, abrazando los avances tecnológicos y los cambios para atraerlos a su modo de hacer y ver, maridándolos con la tradición que les ha funcionado hasta el momento y que se ve potenciada por estas transformaciones.

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