Los hitos de la Ruta del Adobe catamarqueña: de Tinogasta a Fiambalá - LA NACION

2022-06-18 21:52:07 By : Mr. Brent He

La Ruta del Adobe en Catamarca es un circuito de 50 km que avanza por la RN 60 entre las localidades de Tinogasta y Fiambalá. El recorrido enlaza antiguas construcciones puestas en valor que aparecen en las diferentes localidades que jalonan el circuito. En su mayoría se trata de una serie de edificios históricos de la arquitectura colonial, algunos de los cuales fueron declarados Monumento Histórico Nacional.

El denominador común es el adobe, un material que usaron algunos pueblos originarios de América y que los españoles eligieron para hacer muchos de sus edificios durante los años de la colonización.

Las paradas de la ruta son varias. A lo largo del trayecto es posible encontrar, además, innumerables casas de adobe, muchas abandonadas y centenarias que suman atractivo al paseo. Generalmente el recorrido se inicia en Tinogasta, ubicada a 276 km de la capital provincial, y finaliza en Fiambalá, pero resulta indistinto por dónde empezar a andar.

La tradicional casona de 1887 está ubicada en el corazón del pueblo. Durante el conflicto limítrofe con Chile sirvió para albergar al Batallón de Cazadores de los Andes .

Propiedad de la familia Orella, fue sede del consulado chileno en Tinogasta. Desde hace unos años funciona allí Casagrande Hotel de Adobe. Hoy es posible alojarse en alguna de la 10 habitaciones que fueron restauradas conservando el espíritu inicial. La fachada presenta una decoración alusiva a las culturas locales que no es original.

Si no tienen huéspedes es posible ver los cuartos. De lo contrario podrá tomar un café o comer en el restaurante del sitio que cuenta con variedades de la cocina regional, todo caserísimo con una atmósfera 100 % adobe.

Moreno 801. Abierto en horario comercial.

La construcción es de 1898. Fue comprada también por la familia Orella que la donó para albergar al hospital público de esta localidad. El centro de salud funcionó allí entre 1914 y 1982 hasta que se construyó una nueva sede. Durante aquellos años también albergó un hospital militar.

Desde entonces hasta nuestros días es sede del Centro Cultural que cobija una biblioteca y el museo arqueológico Tulio Robaudi. Actualmente se encuentra en proceso de remodelación y no puede visitarse.

Bernardino Rivadavia 472. Cerrado por refacciones.

Siguiendo la RN 60 hacia el norte se llega al caserío El Puesto. El tramo lleva unos 20 minutos desde Tinogasta. Una vez allí hay que desviarse hacia la derecha y a menos de 1 km aparece la capilla de adobe.

Se cree que fue construida alrededor de 1740 como oratorio privado de la familia Orquera, una costumbre muy difundida en el norte argentino. Incluso hoy son muchas las viviendas de todos los estratos sociales que cuentan con un cuarto especial a modo de oratorio.

En realidad el sitio perteneció a las hermanas Asiar. La nieta de Martina Asiar, Teófila Fredes, se casó con Santiago Orquera y tuvieron siete hijos. Eduarda fue la primera maestra del pueblo.

El edificio color rojizo es sencillo y cuenta con un campanario, sin campana. La nave esta sostenida por vigas curvas de algarrobo, forma que se obtenía al sumergir los troncos verdes en agua, en este caso en el río Abaucán.

Es importante destacar que la capilla no fue edificada con ladrillos o bloques de adobe. Aquí se usó el método de los kakanes (pueblos de la zona) que consiste en rellenar un molde de madera –en este caso los moldes tenían unos 70 cm de espesor– con adobe.

Por dentro reina la sencillez: un confesionario de sólido algarrobo, la imagen de Nuestra Señora del Rosario, un cristo crucificado, un san Antonio. Llama la atención una pintura de la Virgen amantando al Niño de 1717 traída de Chuquisaca, hoy Bolivia. Alrededor del oratorio pueden verse algunas construcciones domésticas de menor valor, también del periodo colonial.

Todos los días de 8 a 12 y de 14 a 18.

Sin alejarse demasiado de El Puesto, solo un poco más al norte, está la capilla dedicada a Nuestra Señora del Rosario de Andacollo.

La fecha de construcción es incierta, pero se cree que procede de la primera mitad del siglo XIX. Es la más moderna y una de las más lindas de la ruta.

El edificio aparece en el medio de la nada. Al atardecer, el sitio se encuentra teñido de una luz muy particular que aumenta el encanto. Permaneció abandonada durante años ya que el poblado cercano desapareció. Fue restaurada en 2001 y hoy es un placer visitarla.

La silueta de estilo neoclásico se recorta sobre el cordón montañoso con su dos torres que cierran el atrio; fue la primera con este formato en todo el valle. La fachada de cuatro columnas pilastra ciñe una arcada de medio punto en el centro.

Dentro, se destaca el retablo moldeado en adobe. Después, están las innumerables imágenes de la iconografía católica, todas acompañadas por cintas de colores que alegran el ambiente.

Todos los días, de 8 a 12 y de 15 a 19.

Unos pocos kilómetros más adelante en el Anillaco catamarqueño –no confundir con el pueblo del mismo nombre en La Rioja donde nació el ex presidente Carlos Menem– se encuentra la edificación que albergó una antigua institución del derecho castellano.

Allí se instaló Don Gregorio de Bazán y Pedraza al recibir la Merced Real en 1687 luego del fin de la Tercer Guerra Calchaquí. Construyó entonces un gran caserón y la capilla.

La Merced en cuestión se extendía desde Anillaco hasta Fiambalá y llegaba hasta la actual localidad de Saujil en el norte. Don Gregorio la subdividió en dos mayorazgos: Fiambalá al norte y Anillaco al sur.

El conjunto arquitectónico residencial, agropecuario y religioso sirvió de base de operaciones para la administración del Mayorazgo de Anillaco, uno de los principales asentamientos coloniales de la región.

El mayorazgo era una institución del derecho civil que permitía vincular entre sí y mantener unidos ciertos bienes a través del tiempo para que quedaran en el seno de una misma familia. Estos bienes pasaban al mayor de los hijos (de allí su nombre), como herencia. Así, el patrimonio de una familia no se diseminaba, sino que se mantenía igual o crecía. En nuestro país esta institución fue abolida por la Asamblea General Constituyente del Año XIII (1813).

Hoy podemos ver los restos de las edificaciones residenciales y la capilla, que es la más antigua de Catamarca, data de 1712 y es Monumento Histórico Provincial.

Una vez dentro de la capilla, sorprende el altar construido completamente en barro. El techo presenta una resistente estructura de algarrobo con cañas y barro. El piso es de tierra y los muros tienen un metro de espesor.

Si uno va por la tarde, no es raro hallar a alguien baldeando el piso de tierra; las pisadas quedan marcadas en el atrio pero el barro permanece impertérrito, a pesar del agua que lo limpia todo.

Todos los días, de 8 a 12 y de 15 a 19.

Siempre con rumbo norte se llega a este sitio arqueológico. Si bien forma parte de la ruta, no hay mucho para ver porque el lugar no ha sido puesto en valor. Los restos arqueológicos se confunden con el paisaje. Lamentablemente han sido alterados como consecuencia del abandono, la crecidas del río, el clima y la mano del hombre.

Watungasta, Batungasta o Huatungasta, también conocida como “La Troya” por los pobladores de Abaucán, es un sitio de origen incaico, de los tiempos en que ese pueblo extendió su imperio hacia el sur. Si bien hay registros de pueblos originarios en la zona desde el siglo V, los incas trajeron a estas tierras una arquitectura de tipo monumental que no existía.

El conjunto ocupa unas 25 hectáreas y fue construido entre 1471-1536. Mas tarde fue reutilizado y remodelado por los colonizadores.

El español Diego de Almagro llegó a la zona hacia fue 1535. Según la crónica de Mariño de Lobera, un miembro de esa expedición, Watungasta era “un fuerte de dos tapias en alto, por el cual entraba un río para servicio de los que estaban dentro, que eran como quince mil indios de guerra. Esas tapias eran de adobe y el río era un brazo del río Los Jumes, que pasaba entre las dos plazas del sitio.”

Se trata, además, de un caso poco habitual, son edificios con cimientos de piedra y muros de grandes ladrillos de adobe. El diseño muestra dos plazas inkas o aukaipata similares a las de El Cusco, una plataforma ceremonial o ushnu, cuatro torres de adobe y una kallanka o galpón y bodegas.

Se encuentra en las afueras de Fiambalá y es de 1770. La silueta reproduce la típica arquitectura colonial española de la época. Fue construida con una planta de nave única sostenida por vigas de madera con paredes de adobe de un metro de espesor. La última restauración tiene pocos años, así lo demuestra su impecable fachada blanca y los interiores.

En el pueblo cuentan una historia de varios hechos milagrosos vinculados a su fundación. Al parecer, el capitán español Domingo Carrizo (la persona que mando construirla ) tuvo una serie de visiones al llegar a San Pedro de Atacama, hoy Chile. Dicen que la imagen del santo que adoraban en la iglesia local se le apareció en sueños y le pidió que lo llevara a otras tierras.

Ni lerdo ni perezoso, Carrizo robó la imagen y partió hacia el sur perseguido por el cura y sus súbditos. Según la leyenda, San Pedro levantó un furioso viento Zonda y borró las huellas del capitán, quien logró escapar. Al llegar a Fiambalá, la mula que transportaba la imagen del santo cayó al suelo y no se pudo levantar. Carrizo lo tomó como una señal y decidió construir aquí una capilla, la misma que hoy se puede visitar.

La imagen del santo pertenece a la escuela cuzqueña y es articulada. San Pedro es un santo caminador y aquí tiene un curioso ritual que consiste en el cambio de zapatos periódicamente. Una persona de la congregación se encarga de esta tarea.

Lo más llamativo es la colección de 500 pares de zapatos, todos número 22, que se guardan en la sacristía. Semejante guardarropa es resultado de la donación de los fieles quienes, traen los zapatos a modo de obsequio, para solicitar o agradecer un milagro.

La iglesia cuenta con una torre campanario sobre la derecha y puertas de algarrobo muy a la usanza de la época. Dentro hay varias pinturas, dos de la escuela cuzqueña muy valiosas. Alrededor del edificio, un cerco de adobe con pilastras dan acceso al patio interior.

Av. de las Américas, camino a las termas. De lunes a domingos de 9 a 19.

Ubicado junto a la iglesia de San Pedro este grupo arquitectónico es de 1745. Fue realizado por Diego Carrizo de Frites para uso de actividades militares.

A un lado se observa una suerte de anexo de la misma época donde funcionaban habitaciones para el alojamiento de familias devotas de San Pedro que llegan hasta aquí para rezarle o participar de los festejos y rituales vinculados a esa devoción

En el lugar se puede visitar un pequeño museo de sitio que exhibe los objetos de época hallados durante las excavaciones que tuvieron lugar con motivo de la restauración del sitio.

Más allá de estas construcciones icónicas de valor histórico, la ruta propone un atractivo adicional: las casas abandonadas. Estas viviendas pueden observarse a un lado y otro del camino.

Cuentan que llevan así cuatro generaciones. Parece que en la década del ‘30 y del ‘40 los jóvenes partieron atraídos por la explotación del petróleo y nunca volvieron. Cuando los viejos murieron, las casas quedaron deshabitadas para siempre.

Todas tienen esa extraña belleza que trae el olvido. Todas ellas conforman una suerte de versión off del circuito y no están habilitadas para la visita ya que son propiedad privada. Hay que tener cuidado con estas incursiones porque suelen encontrarse alambres sueltos y restos de construcción, no están saneadas y pueden derrumbarse.

El circuito puede hacerse en un día, aunque si prefiere disfrutarlo con tranquilidad es mejor dividir el recorrido en dos jornadas. Dormir en Tinogasta o Fiambalá y saborear con calma siglos historia.

El adobe ha sido utilizado con variantes en culturas muy diversas alrededor del planeta. Hoy aún se recurre a esta técnica, como ocurre en el norte argentino, en versiones modernizadas y con tecnología aplicada.

El adobe se obtiene al realizar una masa de barro compuesta por arcilla, arena y paja, moldeado en forma de ladrillo y luego secado al sol. Es una técnica ideal para regiones de clima seco y gran amplitud térmica. A diferencia del ladrillo cocido, mantiene los ambientes frescos en las horas más cálidas y luego conserva el calor en el interior cuando bajan la temperatura durante la noche, además es antisísmico.

El adobe requiere un mantenimiento continuo: es preciso hacer capas de barro a modo de revoque o bien con la intervención de otros materiales para evitar que el agua deteriore los muros.

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